Técnicas de terapia familiar
Una hipótesis inicial puede ser invalorable instrumento para
el terapeuta. Las familias que acuden tienen configuraciones y estructuras
diferentes, y como la forma no puede menos que influir sobre la función,
reaccionarán frente a los obstáculos según modalidades que les vienen impuestas
por su configuración. Esta indicará posibles campos funcionales y posibles
eslabones débiles dentro de su ordenamiento estructural.
El terapeuta se forma una idea sobre cierta familia como un
todo en una primera inspección de ciertos aspectos básicos de su estructura. A
partir de la más simple información recogida en la llamada telefónica en que se
convino la primera entrevista, o registrada en la hoja de admisión en una
clínica, puede desarrollar algunos supuestos sobre la familia.
La señal más inmediata es la composición de la familia.
Ciertas combinaciones son indicativas de ámbitos definidos de investigación.
Las configuraciones más comunes en la práctica son las de pas de deux, de tres
generaciones, del soporte, del acordeón, de la familia cambiante y de la
familia huésped.
Familias de pas de deux
Supongamos que la familia se componga de dos personas
solamente. El terapeuta puede conjeturar que con probabilidad están muy
apegadas. Si se trata de madre e hijo, es posible que éste pase mucho tiempo en
compañía de adultos. Acaso esté adelantado en su capacidad verbal; y como en un
elevado porcentaje sus interacciones son con adultos, se interesará por los
temas de éstos antes que sus coetáneos y parecerá más maduro. Quizá pase menos
tiempo de lo corriente con los niños de su edad; entonces tendrá con ellos
menos cosas en común y quizás esté en desventaja en los juegos físicos. La
estructura de dos personas es proclive a una formación de liquen en que los
individuos contraen una recíproca dependencia casi simbiótica.
La familia extensa con varias generaciones que viven en
íntima relación es probablemente la configuración familiar más típica en todo
el mundo. Tiende a ser más característica de la clase media baja y de los
grupos socioeconómicos inferiores, La configuración de la familia extensa aloja
en la multiplicidad de sus generaciones la posibilidad de una especialización
funcional. La organización del apoyo y la cooperación en las tareas familiares
se puede llevar a cabo con una flexibilidad inherente a esta forma de familia,
y a menudo con una genuina pericia. Este tipo de organización requiere de un
contexto en que la familia y el medio extrafamiliar se encuentren en armoniosa
continuidad. Lo mismo que las demás configuraciones, la familia extensa
necesita de un contexto social que complemente sus operaciones.
Lo indicado desde el punto de vista terapéutico fuera
trabajar dentro del sistema cooperativo hacia una diferenciación de funciones,
y no promover la formación de una estructura acorde a la norma cultural.
Puede ser indispensable para el terapeuta descubrir cuál es
realmente «la familia», cuántos miembros tiene y qué nivel de contacto
sostienen éstos con la red extensa. En ningún caso se debe subestimar el
influjo de la familia extensa sobre las funciones de la familia nuclear. Un
posible eslabón débil en la familia multigeneracional es la organización
jerárquica.
Familias con soporte
Cuando las instituciones aumentan de tamaño, es preciso
delegar autoridad. Cuando son muchos los niños en un hogar, por lo común uno de
ellos, y a veces varios de los mayores, reciben responsabilidades parentales.
Estos niños parentales toman sobre sí funciones de crianza de los demás niños,
como representantes de los padres.
Existe el peligro potencial de que los niños parentales
contraigan síntomas cuando se descargan sobre sus hombros responsabilidades
superiores a sus fuerzas o no se les confiere la autoridad que les permitiera
ponerlas en práctica. En la terapia puede ser eficaz emplear técnicas de
fijación de fronteras que reorganicen el subsistema parental sin el niño
parental.
Familias acordeón
En ciertas familias uno de los progenitores permanece
alejado por lapsos prolongados. Cuando uno de los cónyuges se ausenta, el que
permanece en el lugar tiene que asumir funciones adicionales de cuidado de los
niños, ejecutivas y de guía, pues de otro modo quedarían privados. Las funciones parentales se concentran en una
sola persona durante una parte de cada ciclo.
Es posible que estas familias acordeón demanden terapia
cuando el progenitor viajero cambia de trabajo y se convierte en figura
permanente dentro de la organización familiar.
Como en otras situaciones de transición, la terapia incluirá
en ésta maniobras no sólo reestructuradoras, sino educativas. La familia tiene
que comprender que, en efecto, forma una familia «nueva». Esta concepción es de
aceptación bastante difícil porque las «partes» de la familia han permanecido
juntas durante largo tiempo; sólo la configuración de la familia es nueva.
Las familias cambiantes
Ciertas familias cambian constantemente de domicilio. En
otras circunstancias, es la composición misma de la familia la que varía. Es
esencial no dar por supuesto que la crisis es producto de una patología
existente en la familia. El holón de la familia es siempre parte de un contexto
más vasto. Distorsionado el contexto más vasto, la familia manifestará
distorsiones.
Familias huéspedes
Un niño huésped es por definición miembro de una familia
temporaria. Un problema potencial en esta configuración familiar es que en
ocasiones la familia se organiza como si no fuera huésped. El niño es
incorporado al sistema familiar. Si después desarrolla síntomas, pueden ser el resultado
de tensiones dentro del organismo familiar.
El formulario de admisión en la terapia no sólo suele
contener información sobre estas diversas configuraciones, sino además sobre el
estadio de desarrollo en que se encuentra la familia. El desarrollo de esta
supone transiciones.
Cuando un padre adoptivo se agrega a la unidad familiar,
tiene que pasar por un proceso de integración que puede ser más o menos
logrado. El nuevo padre puede no entregarse a la nueva familia con un
compromiso pleno, o la unidad originaria puede mantenerlo en una posición
periférica. En esta configuración familiar, las crisis son comparables a los
problemas que surgen en un organismo familiar reciente; se las debe considerar
normales.
Familias con un fantasma
La familia que ha sufrido muerte o deserción puede tropezar
con problemas para reasignar las tareas del miembro que falta. A veces la
familia se colocará en la postura de decir que, si la madre viviera, sabría qué
hacer. Apropiarse de las funciones de la madre se convierte entonces en un acto
de deslealtad a su memoria.
Los miembros de estas familias pueden vivir sus problemas
como la consecuencia de un duelo incompleto.
Desde el punto de vista terapéutico, se trata de una familia en
transición. Las configuraciones anteriores estorban el desarrollo de nuevas
estructuras.
En familias en que uno de sus miembros presenta síntomas en
el área del control, el terapeuta supone la existencia de problemas en uno o
varios entre determinados campos: la organización jerárquica de la familia, la
puesta en práctica de las funciones ejecutivas dentro del subsistema parental y
la proximidad entre miembros de la familia.
En esta situación la meta terapéutica consiste en
reorganizar la familia de modo que los padres cooperen entre sí y el niño sea
rebajado hasta su lugar. La elaboración de una jerarquía clara en que los
progenitores tengan el control del subsistema ejecutivo requiere de un aporte
terapéutico que influya sobre el holón parental en su totalidad.
Familias psicosomáticas
Cuando la queja que motiva la demanda es un problema
psicosomático de alguno de los miembros de la familia, la estructura de ésta
incluye una excesiva insistencia en los cuidados tiernos. La familia parece
funcionar óptimamente cuando alguien está enfermo. Entre las características de
estas familias se descubre sobreprotección, fusión o unión excesiva entre los
miembros de la familia; la incapacidad para resolver conflictos, enorme
preocupación por mantener la paz o evitar los conflictos y una rigidez extrema.
La averiguación de la estructura en las primeras
interacciones
La información esquemática que se puede recoger en un
formulario de admisión o una conversación telefónica evoca la posibilidad de
ciertas configuraciones familiares y ámbitos de problemas. Este esquema
cognitivo tiene la virtud de ayudar al terapeuta a organizar su contacto
inicial con la familia. Pero sólo en la formación del sistema terapéutico se
puede reunir la información que apuntale, aclare o refute la hipótesis inicial.
El terapeuta no debe perder de vista el hecho de que en el proceso de recoger
información está dentro del sistema que investiga. Además, la familia nunca es
una entidad estática. Es útil enunciar la configuración familiar sobre la base
de los datos iniciales, pero no es más que un primer paso. Casi en seguida, es
preciso que el terapeuta avance hasta entrar en la efectiva danza de la
terapia.
Cuestionamiento del síntoma
Las familias que acuden a la terapia tras una lucha prolongada por lo común han individualizado a uno de sus miembros como la fuente del problema. Inundan al terapeuta con el relato de su lucha, las soluciones ensayadas y el fracaso de todos los intentos. Pero el terapeuta ingresa en la situación terapéutica con el supuesto de que la familia se equivoca. El problema no reside en el paciente individualizado, sino en ciertas pautas de interacción de la familia. El terapeuta de tendencia estratégica considera que el síntoma es una solución protectora: el portador de síntoma se sacrifica para defender la homeostasis de la familia.
Las familias que acuden a la terapia tras una lucha prolongada por lo común han individualizado a uno de sus miembros como la fuente del problema. Inundan al terapeuta con el relato de su lucha, las soluciones ensayadas y el fracaso de todos los intentos. Pero el terapeuta ingresa en la situación terapéutica con el supuesto de que la familia se equivoca. El problema no reside en el paciente individualizado, sino en ciertas pautas de interacción de la familia. El terapeuta de tendencia estratégica considera que el síntoma es una solución protectora: el portador de síntoma se sacrifica para defender la homeostasis de la familia.
Cuestionamiento de la estructura familiar
La concepción del mundo de los miembros de la familia
depende en gran medida de las posiciones que ellos ocupan dentro de diferentes
bolones familiares.
Cuando el terapeuta se hace copartícipe de la familia, se
convierte en miembro participante del sistema que intenta transformar. Los
sectores disfuncionales dentro de la familia a menudo obedecen a una alianza
excesiva o escasa. Por ello la terapia es en buena medida un proceso en que se
verifica la proximidad y la distancia. El terapeuta puede desplazar su posición
y trabajar en subsistemas diferentes, cuestionando la demarcación que los
miembros de la familia hacen de sus papeles y sus funciones. Las técnicas de
que se dispone para esta estrategia son la fijación de fronteras, el
desequilibramiento y la enseñanza de la complementariedad.
Cuestionamiento de la realidad familiar
La terapia psicodinámica presupone que la realidad
consciente de estas personas es demasiado estrecha; hay un mundo inconsciente
que deben explorar. La terapia conductista entiende que en ciertos aspectos no
han aprendido cómo desempeñarse correctamente en sus contextos. La terapia de
familia parte del supuesto de que las pautas de interacción obedecen a la
realidad tal como es vivenciada y contienen esta modalidad de experiencia.
Entonces, para modificar la visión de la realidad por la que
se rigen los miembros de la familia es preciso elaborar nuevas modalidades de
interacción entre ellos. Las técnicas utilizadas al servicio de esta estrategia
son los constructos cognitivos, las intervenciones paradójicas y la insistencia
en los lados fuertes de la familia.
3. Reencuadramiento
Los seres humanos son narradores de cuentos, hacedores de
mitos, encuadradores de realidades. Las familias poseen un cuadro dinámico que
se ha formado en su historia y que encuadra su identidad de organismo social.
Cuando acuden a la terapia, traen consigo esta geografía de su vida en la
definición que le dan. Han hecho su propia evaluación de sus problemas, la de
sus lados fuertes y de sus posibilidades. Demandan al terapeuta ayuda para esa
realidad que han encuadrado.
La terapia parte, en consecuencia, del choque entre dos
encuadres de la realidad. El de la familia es pertinente para la continuidad y
el mantenimiento de ese organismo en condiciones más o menos estables; el
encuadre terapéutico atiende al objetivo de hacer que la familia avance hacia
un manejo más diferenciado y eficiente de su realidad disfuncional.
El terapeuta inicia su encuadramiento tomando en cuenta lo
que la familia considera importante. Pero ya el modo en que recoge información
dentro del contexto de la familia encuadra lo recogido de manera diversa.
Entonces la tarea del terapeuta es convencer a los miembros de la familia de
que el mapa de la realidad por ellos trazado se puede ampliar o modificar.
4. Escenificación
En terapia de familia, la de Yeats se acepta como una
pregunta retórica: no podemos distinguir el danzarín de la danza. La persona es
su danza. El sí-mismo interior se entreteje de manera inseparable con el
contexto social: forman una unidad. Ahora bien, los miembros de la familia
dejan de bailar cuando entran en la sesión y tratan de exponer, comentar y
explicar al terapeuta cómo son en casa la música y la danza.
Cuando los miembros de la familia escenifican una
interacción, las reglas habituales que gobiernan su conducta se imponen con una
intensidad afectiva semejante a la manifestada en las interacciones corrientes
en el hogar.
La escenificación es la técnica por la cual el terapeuta
pide a la familia que dance en su presencia. Así construye una secuencia
interpersonal en la sesión, en que se ponen en escena interacciones
disfuncionales entre los miembros de la familia. Esta escenificación se produce
en el contexto de la sesión, en el presente y en relación con el terapeuta.
Cuando la familia acude a la terapia, suele haber acuerdo
sobre quién es el paciente, cuál es el problema y cómo éste afecta a los demás.
Cuando los miembros de la familia escenifican una
interacción, las reglas habituales que gobiernan su conducta se imponen con una
intensidad afectiva semejante a la manifestada en las interacciones corrientes
en el hogar.
La familia ha encuadrado el problema y las interacciones
relacionadas con éste como la realidad pertinente para la terapia. La tarea del
terapeuta es llegar a obtener información que los miembros de la familia no
consideran pertinente; y, más difícil todavía, obtener la información de que
aquéllos no disponen.
En el momento mismo en que la familia escenifica su realidad
dentro del contexto terapéutico, se produce un cuestionamiento de esta realidad
determinada. Las familias se presentan a sí mismas como un sistema donde hay un
paciente individualizado y un conjunto de personas que lo remedian o asisten.
Aunque la escenificación se produce en relación con el
terapeuta, también puede facilitar el desapego de éste. Las familias poseen una
notable capacidad para absorber al terapeuta de suerte que funcione con arreglo
a las reglas de la familia.
Enfoque es un término tomado del mundo de la fotografía,
donde representó una importante revolución técnica. Las primeras cámaras
fotográficas sólo tenían un agujero muy pequeño. Lo destacado por el fotógrafo
venía determinado por su posición. Si estaba frente a un árbol, éste dominaba
la imagen, no importa cuán grande la personalidad que permanecía de pie junto a
él. La invención de las lentes modificó todo esto. El fotógrafo podía enfocar
una persona, determinada flor de un bouquet y hasta un solo pétalo. La relación
de la figura con el fondo se pudo fijar por el simple recurso de practicar
acomodamiento. El fotógrafo podía encuadrar de esa manera el universo que
deseaba registrar.
En la terapia de familia el enfoque se puede comparar con la
realización de un montaje fotográfico.
Cuando observa a una familia, el clínico es inundado por los
datos. Es preciso deslindar fronteras, poner de relieve los lados fuertes,
señalar problemas, investigar funciones complementarias. El terapeuta
seleccionará y organizará estos datos dentro de un esquema que les confiera
sentido. Pero esta organización debe ser al propio tiempo un esquema
terapéutico que promueva el cambio.
En la sesión escogerá ciertos elementos de la interacción de
esta familia y organizará el material de manera que guarde armonía con su
estrategia terapéutica. El esquema del terapeuta incluye tanto una meta
estructural como una estrategia para lograr esa meta.
El terapeuta tiene que saber también que el enfoque lo hace
vulnerable a los peligros de la absorción. Cuando se acomoda a la familia y
selecciona datos, puede verse inducido a elegir precisamente aquellos que a la
familia le resulta cómodo presentar. El oficio del terapeuta es asistir al
cambio familiar, no hacer que ellos se sientan cómodos.
Los miembros de la familia tienen una sensibilidad auditiva
discriminatoria, que presenta campos de sordera selectiva regulados por su
historia común.
Por ello, el mensaje del terapeuta puede no ser registrado o
puede perder penetración. El terapeuta necesita hacer que la familia «oiga», y
esto exige que su mensaje supere el umbral de sordera de la familia.
Las familias difieren unas de otras en el grado en que
exigen lealtad a la realidad familiar, y por fuerza la intensidad de mensaje
del terapeuta habrá de variar según sea lo que cuestione.
Las características del terapeuta son una variable
importante en la producción de intensidad. Ciertos terapeutas son capaces de
suscitar un drama intenso con intervenciones muy suaves, mientras que otros,
para lograr esa intensidad, tienen que recurrir a un alto grado de
participación. También las familias presentan diferentes modalidades de
respuesta al mensaje del terapeuta. Las familias ya proclives al cambio pueden
aceptar la alternativa del terapeuta como un apoyo que los empuja en la
dirección hacia la cual de algún modo querían marchar.
Las construcciones cognitivas por sí mismas rara vez tienen
el poder suficiente para provocar el cambio familiar. No obstante, los
terapeutas con frecuencia consideran que un mensaje se recibió por el solo
hecho de haberlo enviado.
Una vez que el terapeuta ha observado las interacciones de
la familia y aprendido sus pautas habituales, la meta es hacer que la familia
experimente la modalidad de su interacción; esto será el comienzo de un proceso
que llevará al cambio. El problema es cómo hacer para que la familia «oiga» el
mensaje.
Repetición
del mensaje
El terapeuta repite su mensaje muchas veces en el curso de
la terapia. Es una técnica importante para el incremento de la intensidad. La
repetición puede recaer tanto sobre el contenido como sobre la estructura.
Repetición
de interacciones isomórficas
Otra variedad de repetición incluye mensajes que en la
superficie parecen diversos a diferencia del monótono pero que son idénticos en
un nivel más profundo. Aunque su contenido es diferente, están dirigidos a
interacciones isomórficas dentro de estructura familiar.
El cuestionamiento; de estas estructuras [morfos]
equivalentes [iso] produce intensidad por la repetición de mensajes dentro de
un proceso. Esta intervención puede enfocar interacciones que interesan a la
terapia y reunir sucesos en apariencia desconectados en un significado orgánico
único, con lo cual se acrecienta la experiencia que los miembros de la familia
tienen de la regla familiar constreñidora.
Cambio de la
distancia
Los miembros de la familia elaboran en el curso de su vida
el sentimiento de la distancia «adecuada» que deben mantener entre sí. La
utilización del espacio del consultorio es un instrumento significativo para la
emisión del mensaje terapéutico. Si el terapeuta habla con un niño pequeño,
éste oirá y comprenderá mejor si aquél disminuye su talla y se aproxima
físicamente, de preferencia si lo toca.
Resistencia
a la presión de la familia
En ocasiones, «no hacer» puede producir intensidad en la
terapia. Esto es verdadero sobre todo cuando el terapeuta no hace lo que el
sistema familiar «desea que haga».
De manera necesaria e inadvertida los terapeutas son
absorbidos en el sistema familiar en su condición de miembros del sistema
terapéutico. En ocasiones esta absorción contribuye a mantener una homeostasis
familiar disfuncional. Con su resistencia a ser absorbido por el sistema, el
terapeuta introduce intensidad en la terapia.
7. Reestructuración
Señalan Peter Berger y Thomas Luckmann: «Toda actividad
humana está sujeta a la habitualización. Cualquier acción que se repite con
frecuencia se fija en una pauta que después se puede reproducir con economía de
esfuerzo y que el ejecutor percibe de manera inmediata como tal (...)
"Empecemos de nuevo" se convierte ahora en "Así es como se hacen
estas cosas"». Sin un sólido sentimiento de que es así como se hacen las
cosas, el individuo no puede tener la seguridad que le permita investigar y
crecer.
La terapia es un proceso en que se cuestiona el «así se
hacen las cosas». Y un objetivo importante de ese cuestionamiento son los
subsistemas familiares porque constituyen el contexto donde se elaboran la
complejidad y la competencia.
Puesto que la terapia supone un cuestionamiento de la
estructura familiar, es preciso que el terapeuta comprenda el desarrollo normal
de las familias y el poder que las reglas de los holones ejercen sobre el
íntegro desarrollo de los miembros de la familia.
8. Fronteras
Las técnicas de fijación de fronteras regulan la
permeabilidad de las que separan a los holones entre sí. He aquí el concepto
rector: participar en el contexto específico de un holón específico requiere
respuestas específicas para ese contexto. Las personas funcionan siempre con
una parte solamente de su repertorio. Es posible actualizar alternativas
potenciales si el individuo empieza a actuar en otro subsistema o si cambia la
índole de su participación en un subsistema determinado. Las técnicas de
fijación de fronteras pueden apuntar a la distancia psicológica entre los
miembros de la familia y a la duración de la interacción dentro de un holón
significativo.
· Distancia
psicológica
En muchos casos la distribución con que los miembros de la
familia toman asiento en la sesión es un indicador de las alianzas entre ellos.
Pero es un indicador débil que el terapeuta sólo debe aceptar como una primera
impresión que es preciso investigar, corroborar o desechar. Cuando habla uno de
los miembros de la familia, el terapeuta observará quién lo interrumpe o
completa la información, quién proporciona confirmación y quién ayuda.
El terapeuta puede crear subsistemas encargados de tareas
diferentes.
El terapeuta puede utilizar también maniobras espaciales
concretas para cambiar la proximidad entre los miembros de la familia. Los
movimientos en el espacio se reconocen universalmente como representantes de
sucesos psicológicos o de interacciones afectivas entre las personas.
· Duración de
la interacción
Extender o alargar un proceso, que es un modo de incrementar
su intensidad, puede ser también un recurso para demarcar subsistemas o
separarlos. En estas situaciones el contenido de la interacción importa menos
que el hecho de que ella se produzca.
Las técnicas de fijación de fronteras se aprenden con
facilidad y pueden ser utilizadas con eficacia aun por terapeutas que no posean
una estructura teórica que les permita ordenar e integrar los fenómenos que
observan o producen. Pero en estos casos, la fijación de fronteras, aunque se
la realice con elegancia, no será más que un fenómeno aislado. Lo que interesa
en la demarcación no es la posibilidad de lograrla, sino que se la procure por
alguna razón. Si el terapeuta sabe hacia dónde avanza, encontrará el vehículo.
9. Complementariedad
El conflicto entre el concepto del yo como unidad y el yo
como parte de un todo, hay complementariedad de opuestos. El conflicto entre la
idea del individuo como sí-mismo y del individuo como parte del todo es fruto
de una división innecesaria.
Una de las metas en terapia de familia es ayudar a los
miembros de ésta a que vivencien su pertenencia a una entidad que rebasa el sí-
mismo individual. Esta operación, lo mismo que la técnica de
desequilibramiento, apunta a modificar la relación jerárquica entre los
miembros de la familia, con la diferencia de que esta vez se cuestiona la idea
íntegra de jerarquía. Si los miembros de la familia son capaces de encuadrar su
experiencia de manera que abarque lapsos mayores, percibirán la realidad de un
modo nuevo. Cobrarán relieve entonces las pautas del organismo total y se
advertirá que la libertad de las partes es interdependiente.
Para promover este modo diferente de conocimiento, el
terapeuta tiene que cuestionar la epistemología habitual de los miembros de la
familia en tres aspectos. En primer lugar, cuestionará el problema: la
certidumbre de la familia de que existe un paciente individualizado. En segundo
lugar, cuestionará la idea lineal de que un miembro de la familia controla al
sistema, cuando en verdad cada uno de los miembros sirve de contexto a los
demás. En tercer lugar, cuestionará el modo en que la familia recorta los
sucesos; para ello introducirá un marco temporal más amplio que enseñe a los
miembros de la familia a considerar su conducta como parte de un todo más
vasto.
Cuestionamientos del problema
El primer cuestionamiento del terapeuta a la certidumbre de
que existiría un paciente individualizado, con independencia del contexto,
puede ser simple y directo.
La terapia parte del consenso, compartido por los miembros
de la familia y el terapeuta, de que algo anda mal. La familia está en terapia
porque su modo de ser ha resultado insuficiente y sus miembros desean buscar
alternativas. Pero, adheridos como están a sus verdades habituales, ofrecerán
resistencia a las alternativas aun en el mismo momento en que las buscan. El
terapeuta, que ocupa la posición jerárquica del perito, puede, con una simple
declaración (por ejemplo: «Veo en la familia factores que contradicen su
opinión de que el enfermo sería usted»), arrojar una luz diferente sobre la
experiencia compartida de que un individuo es el problema. La respuesta de la
familia y del propio paciente individualizado puede consistir en reafirmar la
realidad que sustentan: «Él es el paciente».
Cuestionamiento del control lineal
El terapeuta cuestiona la idea de que un solo miembro puede
controlar el sistema familiar. Más bien cada persona es el contexto de las
demás.
Existe una técnica genérica para apuntalar el concepto de
reciprocidad: el terapeuta expone la conducta de un miembro de la familia y
atribuye a otro la responsabilidad de esa conducta. En esta técnica, el
terapeuta se alía de hecho con la persona a quien parece atacar. El miembro de
la familia cuya conducta se expone como disfuncional no hace resistencia a esa
exposición por el hecho de que la responsabilidad se atribuye a otro. Esta
misma técnica se puede utilizar para señalar una mejoría.
Cuestionamiento del modo de recolectar los sucesos
El terapeuta cuestiona la epistemología de la familia
introduciendo el concepto de un tiempo ampliado y encuadrando la conducta
individual como parte de un todo más vasto. En las familias, un individuo puede
modificar su conducta por un tiempo sin afectar el organismo como un todo.
El psicoanálisis tradicional, que cuestiona la idea del
carácter voluntario de la conducta, promueve la ilusión de un contexto
interiorizado. La terapia de familia, que introduce al sí-mismo como un
subsistema, abre la perspectiva para ver al individuo como parte de un
organismo mayor. Las técnicas que consisten en introducir un esquema más amplio
son en general de índole cognitiva.
Las familias con hijos sintomáticos suelen presentar al
terapeuta una demanda contradictoria: piden que el síntoma se modifique, pero
sin cambiar su sistema. El terapeuta enfrentará esta contradicción por medio de
una serie de enérgicas redefiniciones que conectarán el síntoma con el sistema
de tal manera que resulte imposible modificar el uno sin hacerlo con el otro.
Con este método el terapeuta define el problema terapéutico. No se trata sólo
de eliminar el síntoma, sino que lo decisivo es saber qué ocurrirá cuando se lo
elimine.
Uno de los rasgos que singularizan nuestro trabajo es el
empleo diferencial y alternado de las paradojas y otros tipos de intervención.
La experiencia ha demostrado que las paradojas ni son siempre necesarias, ni
siempre deseables. Nuestro criterio para su empleo se basa en la evaluación que
hacemos del grado de resistencia al cambio en la parte del sistema que el
síntoma regula. Ponemos a prueba esta resistencia por vía de ensayos; si se
descubre sensibilidad a las intervenciones directas, no habrá necesidad de
recurrir a las paradojas.
Las intervenciones se pueden clasificar como directas o
basadas en la aceptación, por el hecho de que el terapeuta espera que la
familia las acepte; y como paradójicas y basadas en el desafío, por el hecho de
que el terapeuta espera que la familia las desafíe.
·
Intervenciones directas, basadas en la aceptación
Por intervenciones directas se entienden consejos,
explicaciones, sugerencias, interpretaciones y tareas, que están destinadas a
que se las tome literalmente y a que se las respete como se las prescribió. Su
objetivo es modificar de manera directa las reglas o los roles de la familia.
Las intervenciones directas se hacen con la expectativa de
que se las respetará y en consecuencia su empleo es indicado cuando se cree que
la familia responderá a ellas.
·
Intervenciones paradójicas, basadas en el desafío
Es paradójica la
intervención que, obedecida, tendrá por consecuencia lo opuesto de lo que
parece pretender. Su éxito depende de que la familia desafíe las instrucciones
del terapeuta u obedezca a ellas hasta un grado tan absurdo que se vea obligada
a retroceder.
Las tres principales técnicas utilizadas para idear y
aplicar una paradoja sistémica son la redefinición, la prescripción y la
restricción.
La redefinicíón se propone modificar el modo en que la
familia percibe el problema. Re-definido el síntoma, deja de ser un elemento
ajeno al sistema para convertirse en parte esencial de él.
Una vez definido de manera positiva, se prescribirá como
conclusión inevitable de la lógica de la propia familia aquel mismo ciclo de
interacción que es el que produce el síntoma. Para prescribir este ciclo, es
prerrequisito un conocimiento preciso de la relación entre el síntoma y el
sistema y el modo en que se activan entre sí.
· Inversiones,
basadas en la aceptación y el desafío
En la inversión, el terapeuta imparte directivas a un
miembro de la familia para que invierta su actitud o su conducta en un aspecto
decisivo, con la esperanza de provocar de ese modo una respuesta paradójica en
otro miembro de la familia.
Las inversiones son útiles cuando uno de los miembros tiene
una actitud de cooperación y seguirá el consejo directo, mientras otro de los
miembros ofrece resistencia. Las inversiones se pueden utilizar con eficacia
para ayudar a los padres de hijos rebeldes. Se pueden obtener en breve lapso
resultados notables si los padres están dispuestos a aplicar las instrucciones
del terapeuta.
· El grupo de
consulta como coro griego
Otro rasgo que singulariza nuestro trabajo es el empleo de
un grupo de consulta como refuerzo de las intervenciones del terapeuta. Este
grupo se compone de colegas que se turnan observándose del otro lado de un
falso espejo. Este grupo actúa como un coro griego: hace comentarios en el
momento sobre la interacción entre la familia y el terapeuta.
Los mensajes se formulan en colaboración con el terapeuta,
quien tiene la última palabra sobre su contenido y decide la posición que
adoptará frente a ellos.
El grupo será presentado a la familia de manera de
investirlo de la máxima autoridad posible. El grupo permanecerá distante, como
un ojo invisible, una voz anónima, lo que le confiere el sello de la
objetividad. Consignará los usos posibles del grupo, no obstante creer que sólo
hemos empezado a descubrir sus posibilidades.
· Fidelidad a
la paradoja sistémica
Después de formulada y pronunciada la paradoja sistémica, se
presenta la difícil tarea de mantenerse fiel a ella. Lo más probable es que en
la sesión siguiente la familia no mencione el mensaje.
Sus miembros recurrirán a diversos e ingeniosos métodos para
tratar de eliminarlo, desde ignorarlo, olvidarlo, desecharlo, contradecirlo,
hasta presentarse con una crisis nueva que nada tiene que ver con el problema
originado. El paso siguiente exige que el terapeuta persista sin desmayo en su
definición circular del problema c introduzca una y otra vez la conducta de la
familia en el nuevo marco. Para ello tiene que estar conducido de que su
percepción es correcta. La falta de convicción suele estorbar a los
principiantes la emisión de un mensaje paradójico.
Bibliografía:
Minuchin, Salvador Técnicas de terapia familiar Salvador Minuchin y Charles Fishman.- 1ra. ed. Buenos Aires : Paidós, 2004.
Bibliografía:
Minuchin, Salvador Técnicas de terapia familiar Salvador Minuchin y Charles Fishman.- 1ra. ed. Buenos Aires : Paidós, 2004.
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